
PARAÍSO
Si pensamos las posibilidades del montaje textual desde una postura y reflexión “benjaminiana”, podríamos encontrarnos con el potencial de conjurar una narrativa no lineal, por el contrario, nos encontramos ante un terreno fértil a la interpretación y la reflexión. Si recurrimos a su más grande e inacabada obra El libro de los pasajes (2005), las posibilidades del ensamble desde la palabra nos permitiría cruzar citas, testimonios, posturas filosóficas, textos narrativos y poéticos, así como fragmentos periodísticos, para la creación de un proyecto vivo que posibilite otros análisis, intentando leer y escribir desde lo inesperado, desde la grieta.
Te preparas con anticipación a la reproducción de la narración, abres tus sentidos con presteza, intentando no perder información de este fino hilo. Aquello que esperabas encontrar no es lo que terminas recibiendo por parte de la superficie, te encuentras con un conjunto de elementos modificados y distorsionados, por un momento te sientes nublado, presentimos que aquello que está andando no es la construcción aparente
de lo real.
Operando bajo la lógica de la traducción y la transliteración, la palabra se inscribe y se presenta de diversas formas, su manifestación puede ser poética, narrativa, dramática y/o trágica, pero también puede ser silenciosa e intangible. Puede presentarse en un soporte impreso, puede flotar en el aire después de ser articulada o vocalizada o puede evidenciarse en formas no lingüísticas. En la palabra queda patente la ausencia de muchas voces que al día de hoy continúan siendo ignoradas y marginadas, aunque
Una carta se convierte en un mensaje perdido en el espacio - tiempo, solo se conserva el sonido de las teclas ante la imposibilidad de una huella. El acompasado sonido de la máquina se transforma en un sonido "esperanzador" por medio de una escala pentatónica, resultado que no deja de ser sofocante con el paso de los minutos, una prolongación que parece infinita, mientras se establece un diálogo entre piano y máquina.
La palabra se convierte en el elemento más representativo del paraíso. Una palabra que cruza los tres escenarios desde la poesía y la experimentación literaria. Una palabra que es liberadora, que se convierte en una fuga ante la impotencia encarnada en medio de la investigación y que se concreta además, en la escritura de este proyecto.
PALABRA
AQUÍ NO HAY PARAÍSO
UN MONSTRUO SIN ROSTRO
CON MANO QUE TODO ABARCA
Y ENSOMBRECE AQUELLO QUE TOCA
EL TIEMPO TRANSCURRE
EN EL INTERIOR DE UN FICHERO
Y NO REGRESARÁ
SE OLVIDAN SUS ROSTROS
SE DESGASTAN SUS NOMBRES
TINTA Y PAPEL COMO LÁPIDA
DE SILENTE SEPULTURA
CUERPOS QUE HAN SIDO ABANDONADOS
A SU SUERTE EN LA ESPESURA
EN LA OSCURIDAD DEAMBULA
PRIMERA ESCENA
Escenario
Una vivienda modesta. Una ventana amplia que da a un paisaje urbano. Fuera, el cielo nublado. En el centro de la habitación, una silla y una pequeña mesa con una bolsa de pan.
(El Hombre Mayor está de pie junto a la ventana, mirando el cielo nublado. La expresión en su rostro oscila entre la calma y una melancolía profunda. Pone una mano sobre el cristal, como si intentara tocar algo que está más allá.)
Siempre... (pausa) nunca puedo mirar un cielo como este. Recuerdo que subía como un susurro, lento al principio, pero después se volvió rabioso, como si el edificio quisiera gritar lo que ocurría dentro... lo que no podíamos entender, lo que nadie quería explicar.
(Se aleja un poco de la ventana, pero su mirada permanece fija en el cielo.)
¿Y yo? Es la pregunta que no me deja en paz. Esa mañana, como tantas otras, tenía un propósito claro. Terminé en esa plaza... mirando... no, desarrollando un papel detrás de ustedes, como si pudieran cubrirme de lo que estaba pasando.
(Hace una pausa y respira profundamente, como si intentara calmarse. Se sienta en la silla, apoya los codos en las rodillas y entrelaza las manos frente a su rostro.)
Nunca hablé de esto con nadie. No porque no quisiera, sino porque, ¿Cómo se explica algo que ni yo mismo entiendo? Estaba ahí, mirando, escuchando los disparos, viendo las sombras correr. Y no hice nada... Nada más que mirar. Nada más que quedarme.
(Levanta la cabeza y vuelve a mirar por la ventana. Su tono se vuelve más introspectivo, más tenso.)
Pero después vinieron las fotos, los videos. Y ahí estoy, en esa plaza, con las manos sujetando la bolsa y tirando las migas de pan, como si fuera parte del paisaje. Invisible para todos, menos para las cámaras. Ahora, cada vez que veo esas imágenes, no puedo evitar preguntarme: ¿qué ven los demás cuando me miran? ¿Un testigo? ¿Un cómplice? ¿Un cobarde?
(Se levanta, inquieto, y camina por la habitación. Pasa una mano por su cabello, como si intentara despejar su mente.)
Quiero creer que no hice nada malo. Pero tampoco hice nada bueno. Me quedé quieto, como si el mundo no estuviera cayéndose a pedazos frente a mis ojos. Y ahora... ahora todo lo que tengo es esta memoria, este peso que no puedo soltar. Porque, al final, ¿de qué sirve el silencio? ¿De qué sirve alimentar palomas, si no puedo alimentar mi propia conciencia?
(Se detiene y apoya una mano en la mesa, mirando fijamente la bolsa de pan. La habitación se inunda de un silencio pesado.)
SEGUNDA ESCENA
Escenario
Una calle concurrida. Ruido de tráfico, pasos apresurados, vendedores ambulantes. El Hombre Mayor camina lentamente entre la multitud. Su expresión es distante, como si estuviera en otro tiempo.
(El Hombre camina lentamente por una calle concurrida. Su mirada vaga entre el pavimento y el horizonte, mientras el ruido del tráfico parece crecer en su mente, distorsionándose. De pronto, se detiene en seco.)
El sonido... (pausa) siempre vuelve el sonido. Los carros, las bocinas, las voces. Pero no son carros, ni bocinas, ni voces. Son explosiones. Son disparos en ráfaga. Son gritos que nadie quiso escuchar. Y yo... yo estoy en medio de la plaza, rodeado de caos, de tensión, de miedo.
(Cierra los ojos un momento, como intentando escapar de la memoria. Pero al abrirlos, su rostro refleja resignación.)
Recuerdo el cerco, un anillo perfecto. Nadie podía entrar, nadie podía salir. Periodistas, curiosos, todos retenidos, alejados, como si lo que pasaba allí dentro fuera un secreto tan grande que el mundo no debía saberlo. Y yo, dentro del cerco, mirando todo desde el centro de la plaza. Viendo el accionar de los soldados, como los vigilaban a todos, como si la presencia de cualquier cuerpo fuera una amenaza.
(Hace una pausa, y su tono se vuelve más sombrío.)
¿Qué podía hacer yo? Solo me quedé allí, inmóvil, mientras el edificio era asediado, mientras las voces se apagaban, mientras los gritos se ahogaban, mientras sacaban los cuerpos golpeados por el terror. ¿Acaso fui parte del decorado? Todo tan perfectamente normal, tan perfectamente irreal.
(Camina unos pasos más, pero su andar es más lento, más pesado. Mira alrededor, como si buscara algo o alguien entre la multitud.)
Dicen que el tiempo cura todo. Pero a mí no me ha curado. Cada vez que escucho un ruido fuerte, ahí están otra vez los disparos. Cada vez que veo un cielo nublado, ahí está otra vez el humo. Y cada vez que paso por esa plaza... mirando sin hacer nada, sin ser nadie.
(Se detiene frente a una vitrina donde se reflejan su rostro y la bolsa de pan que lleva bajo el brazo. Suspira, baja la mirada y sigue caminando lentamente.)
TERCERA ESCENA
Escenario
Plaza de Bolívar. Venteros ambulantes y turistas se agolpan en medio de la plaza. Algunos posan para la foto, otros registran la plaza. Voces que se agolpan, pasos apresurados. El Hombre Mayor camina entre la multitud, se detiene en medio de una aglomeración de palomas.
(El Hombre Mayor está de pie. Suspira profundamente.)
Aquí estamos otra vez. Ustedes y yo, como siempre. Pero... ustedes no estaban aquí aquel día, ¿verdad? O tal vez sí... no lo sé. Ese día llegué sin querer... ¿o fue queriendo? Quería ver, quería entender... pero terminé escondiéndome detrás de ustedes.
(Se agacha, arrojando migajas y observando cómo las aves picotean.)
¿Recuerdan cómo era entonces? Todo era más... más gris, más pesado. Había miedo en el aire. No como hoy, no como ahora. Ustedes volaban alto, más alto que nunca, asustadas... ¿o solo alertas? Porque ustedes sabían, ¿cierto? Sabían que algo estaba mal.
(Mira hacia el horizonte, en dirección al Palacio de Justicia.)
Y yo, tan torpe, tan ajeno. Pero... ¿realmente ajeno? Porque ahora me pregunto, ¿acaso al quedarme no me convertí en parte de todo? Ustedes no preguntan, solo comen, solo vuelven. Y yo... yo también sigo viniendo, año tras año. ¿Para qué? ¿Para expiar algo? Tal vez solo para sentir que sigo aquí.
(Pausa. Arrojando migajas con lentitud.)
Díganme, ¿Qué piensan ustedes? Cuando alzan el vuelo, ¿olvidan lo que dejaron atrás? Yo no puedo. Cada vez que escucho un ruido fuerte, ahí están de nuevo los gritos, las sirenas, el olor a pólvora. Y ustedes... ustedes siempre a mi lado, picoteando, revoloteando, observando en silencio.
(Sonríe tristemente, mira a una paloma en particular que picotea cerca de su pie.)
A veces me pregunto si me reconocen, si saben que soy el mismo de entonces. O si para ustedes soy solo un viejo más, un hombre con pan y preguntas. Quizás por eso vuelvo... porque nadie pregunta por un hombre que alimenta palomas, nadie lo señala. Y sin embargo, aquí estoy, tratando de encontrar respuestas en sus aleteos.
(Suspira, observa la bolsa de migajas casi vacía, la sacude lentamente.)
¿Saben? Algunas noches, cuando cierro los ojos, todavía las veo volar, todavía siento el peso de ese día en mis huesos. Y me pregunto... ¿y si hubiera hecho algo? ¿Si hubiera gritado, corrido, avisado? Pero no, me quedé. Como ustedes, esperando el siguiente movimiento.
(Lanza la última migaja, las palomas revolotean, alejándose un poco. El Hombre Mayor las observa partir con nostalgia.)
Tal vez, algún día, no regrese. Tal vez, algún día, estas manos ya no tengan pan para dar. Pero por ahora... aún me quedan algunas migajas, aún me queda esta plaza, y aún me quedan ustedes.
(Se queda en silencio, mirando al vacío. Luz tenue. Fundido a negro.)
No existió una tumba para ellos
Su cementerio fue una fosa
Destinada a su desaparición
Sus familias no pudieron despedirlos
Sus familias no pudieron llorarlos
La tierra les abraza y les consuela
La única madre que les pudo despedir



"Se ha insistido durante este siglo en el papel que la memoria ha desempeñado en la historia de los pueblos, quizá porque en general el olvido ha sido la principal fuente de barbarie."
Gregorio Morán



* Para una mejor experiencia se recomienda usar audífonos
¿CON LA SANGRE DE QUIEN ESTÁ HECHA MI MIRADA?
JULIANA MARTÍNEZ CITANDO A DONNA HARAWAY
BOCAS ABIERTAS
INCAPACES DE ARTICULAR PALABRA
UN ÚLTIMO ALIENTO
APRISIONADOR Y DOLOROSO
EL VIENTO CARGA SU SONIDO
EL CIELO VELA SU MORADA
UN REFUGIO SOBRE SUS HOMBROS
ELABORADO EN TIERRA Y LÁGRIMAS







¿Qué se revela ausente?
¿Qué palabras no han sido articuladas?